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Un hombre quería colgar un cuadro en la pared de su casa, pero se dio cuenta de que le hacía falta un martillo y él no tenía ninguno. Entonces decidió pedírselo prestado a su vecino, cuya casa estaba a medio kilómetro de la suya.

Mientras iba de camino a casa de su vecino, nuestro hombre empezó a darle vueltas y vueltas a la cabeza, preguntándose si su vecino le prestaría la herramienta. “¿Será tan amable de dejarme su martillo? ¿Me hará ese favor?”

Pero empezó también a creer que, al ir a su casa, podría molestar a su vecino: “Seguro que mi vecino está durmiendo la siesta y le despierto al llamar”- se iba diciendo-“eso le molestará probablemente”…”así que saldrá de mala gana a abrirme la puerta”…”me gritará:¡qué diablos quieres a estas horas!”, “bueno –se dijo el hombre- entonces yo le pediré: ¿puedes prestarme tu martillo para colgar un cuadro?”…”y mi vecino- continuaba pensando el hombre- me responderá con un ¡no! rotundo, como venganza por haberlo despertado de la siesta”…”me gritará: ¡¿para esa tontería vienes a molestarme?!”.

Entre tanto pensamiento, nuestro hombre había llegado ya caminando hasta la puerta de su vecino. Llamó al timbre. Su vecino le abre y nuestro hombre, sin dejarle mediar palabra, le grita: “sabes que te digo? ¡que os vayáis al infierno tú y tu maldito martillo!”

“Leemos” la mente de una persona y le atribuimos sin mucho fundamento una determinada forma de pensar, negativa claro. O cuando adivinamos, predecimos que algo no va a salir bien, de nuevo sin fundamento. Claro que aquí puede producirse la profecía autocumplida. Si estamos convencidos de que algo saldrá mal, fracasaremos de verdad. Pero el origen del fracaso estuvo en esa “adivinación” absurda.

Pero no nos damos cuenta de riesgo al que nos exponemos nosotros mismos al pensar así. Cuando partimos de una idea que no tiene ninguna base de realidad, todas nuestras relaciones personales estarán marcadas por esa idea. Si yo creo que esa persona me está mirando así porque cree que lo que digo es una estupidez, cuando me ponga a hablar con ella, solo podré tener una actitud defensiva ante su supuesto “ataque”.

¡Hay que ver lo que nos gusta complicarnos la vida! Con lo fácil que es preguntar si dudamos algo… Pero no, el ser humano es retorcido y narcisista. Prefiere creer que todo lo que piensa es real a darle la razón al otro o pensar que uno puede estar equivocado.

¿Y qué hacer cuando nos damos cuenta de nuestro error? Pues tratar de emular en nuestra mente otras posibles respuestas ante la situación. Pensar que a lo mejor podemos estar equivocados y que puede que toda nuestra sabiduría no sea suficiente para poder extraer los pensamientos de la otra persona.

Dejemos de leer mentes, que le estamos quitando el puesto a las “pitonisas” y dediquémonos a hablar con los demás, sin juzgar ni “adivinar” las intenciones ajenas y seguro que nos evitaremos más de un problema.

2 comentarios:

  1. Interesantísimo, muy curiosa la historia del martillo.
    Terrenos en Lima

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  2. ¿Te das cuenta lo maravilloso de nuestra mente que no sólo puede crear realidades sino que puede llegar a hacerlas desde el interior al exterior y viceversa? Somos capaces de hacer esos milagros, lo malo es que muchas veces no la utilizamos para bien y acabamos haciendo el mal. ¡Qué potencial si lo utilizáramos correctamente!

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